Por Daniel Castropé
Antes de empacar maletas con rumbo a Estados Unidos, mi mujer tenía la perentoria necesidad de visitar el
zoológico de su ciudad.
Es cubana, nacida en La Habana. Creció entre animales silvestres: unos aullaban, otros ladraban, algunos
cacareaban -y siguen haciéndolo desde el
gobierno. La sorpresa de ella fue mayúscula; los animales estaban casi extintos.