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lunes, 11 de mayo de 2009

‘Tom y Jerry’ Uribe



Lo denunciado por el periodista Daniel Coronell en contra de Tomás y Jerónimo Uribe, hijos del Presidente, raya en el ámbito de lo sensacional. Por el solo hecho de llevar el apellido Uribe, los dos empresarios incipientes –aventajados en algunos proyectos comerciales- tienen las de perder, por lo menos en materia de ética, en cualquier negocio que guarde relación con el Estado.
La nueva generación de los Uribe ha estado en el ‘ojo del huracán’ por vínculos con empresas y tratos comerciales que generan dudas. Cualquiera que haya tenido transacciones con David Murcía Guzmán, hoy es tildado no menos que delincuente. El mismo gobernador de Bolívar, Joaco Berrío Villarreal, acarrea consigo ‘la pesada cruz’ de DMG. ¿Hasta dónde llegará el calvario de Berrío?
Por la precisión del acervo probatorio, la denuncia de Coronell tiene un peso periodístico fenomenal. Pocos periodistas investigan a fondo para llegar a verdades ocultas. Los que más, se conforman con los documentos aportados por un juez o fiscal, o con los boletines de prensa que emite una autoridad judicial o policiva. Ello suele ser suficiente. ¿Para qué más? Lo admirable de Coronell es que se atrevió a profundizar. La corriente transporta desechos oscuros a ras del fondo del riachuelo. Algunos nos conformamos con la transparencia aparente de las aguas superficiales.
Algunos dicen que “los pobres niños tienen derecho a rebuscarse”. Eso está bien, pero no a utilizar información privilegiada del Estado para obtener pingues ganancias en negocios particulares. Otros dirán que Tomás y Jerómino no sabían que esos terrenos entrarían en una Zona Franca; que fue por simple instinto y espíritu comercial que invirtieron en tierras que se valorizarían en un 10.000%. Atino a pensar que los “niños” Uribe saben más de economía y finanzas que su padre que completa alrededor de siete años en el poder convirtiendo a Colombia en un país que solo habla el lenguaje de la guerra. Aunque, en parte, se justifica por cuanto hacía falta un presidente que les pusiera talanqueras a los actores violentos. Pero que no abandonara frentes sensibles como la desigualdad social y el empleo. Queda demostrado que en negocios en los que intervienen políticas y decisiones del Estado, deben estar alejados Tomás y Jerónimo, pues su genialidad en el área comercial es un queso que le huele mal al pueblo. Lo que Colombia debe analizar a partir de este mar de dudas en torno a la familia presidencial es cuáles son los verdaderos propósitos de los políticos uribistas en perpetuar al Presidente y cuáles los de la familia suya al permanecer callada ante esa posibilidad, actuando y aprovechando la posición del padre y jefe de hogar.
La única desventaja aparente en la denuncia del colega Coronell es que proviene de un periodista que lleva más de diez años “buscando caídas a Uribe” y, hasta el momento, no acierta en ninguna que haya traído consecuencias judiciales serias para el mandatario. Uribe mira a Daniel Coronell como un comunicador incisivo que lo molesta, molesta y más molesta, mientras que él (Uribe) trabaja, trabaja y trabaja. Después del ‘ridículo’ que hizo Coronell con la denuncia del puente sobre el río Sinú que supuestamente beneficiaba la finca del presidente Uribe, y cuando se demostró que el viaducto estaría lejos de la hacienda Ubérrimo, el comunicador quedó muy ‘mal parado’.
Más que un problema judicial o de otra índole, el negocio de Mosquera, agenciado por los hijos del Presidente, entra al plano de la ética. Difícilmente ‘Tom y Jerry’, por la mordida del queso colosal, tendrán que asumir consecuencias ante la justicia que lidera su padre.

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