Cuando me enteré del estado de salud del “Mono” Jojoy no pude más que dejarme embargar por un sentimiento que aún no atino a describir, entre justicia y alegría que no está bien en un ser de principios cristianos pues reza la palabra de Dios: No devolváis mal por mal ni insulto por insulto. Al contrario, devolved bendición.
Sin embargo, y en esto le pido perdón al Señor, cómo podría el pueblo colombiano bendecir a un demonio de la calaña de Víctor Julio Suárez Rojas, alias “Jorge Briceño”, más conocido por los 43 millones de personas que habitan Colombia como el “Mono” Jojoy, el hombre más despiadado que se haya concebido en las entrañas de un país de gente buena y trabajadora. A este individuo, como se le quiera calificar, el Anticristo por venir le queda en pañales.
Pero anota también el libro sagrado: ¡Ay del malvado, pues le irá mal! Dios le pagará según sus propias acciones. La enfermedad que está acabando con la existencia del jefe del ala militar de las Farc no puede ser producto de sus buenas obras, eso está claro. Al “Mono” Jojoy le llegó la hora de pagar en vida por todo aquello que le permitió a Colombia ingresar, “con honores merecidos”, al listado de países más violentos del planeta. A “Jorge Briceño” le debemos semejante inversión de valores.
Pedir la sanidad de un hombre de la naturaleza del “Mono” Jojoy es tanto como enjugar las lágrimas de millares de compatriotas que han padecido en carne propia el dolor, haciendo una especie de “borrón y cuenta nueva”. Orar en las noches oscuras de los pueblos asolados por las Farc y encomendarle a Dios la vida de este tirano, es similar a tener una herida abierta y contusa en el corazón y pretender curarla con extracto cítrico. Es casi imposible hacerlo. Nadie se atrevería a tanto.
Si bien alias “Jorge Briceño” muere lentamente a causa de una mal atendida diabetes no puede ser otro sino Dios quien lo perdone. Para el Supremo no hay nada imposible. Él mismo dice en la biblia: Todos han ido por mal camino, todos por igual se han pervertido. ¡No hay quien haga lo bueno! ¡No hay ni siquiera uno! Lo dice Dios, no un hombre. Para un colombiano estas palabras no son de fácil expresión, no alcanzan a pasar incólumes por la garganta antes de retenerlas para su inmediata devolución al rincón más apartado del alma.
Sin que nos alegremos del mal ajeno, pues como lo he expresado es incorrecto desde la óptica divina, Colombia espera expectante el desenlace final de este monstruo. Ello se sumaría a eventos que han diezmado a las Farc como la baja de Raúl Reyes y el fallecimiento del fundador del grupo rebelde, alias “Tirofijo”. La muerte del “Mono” Jojoy sería un duro golpe para la estructura bélica de lo que hoy es un simple reducto de facinerosos, aunque el recién liberado ex gobernador del Meta, Alan Jara, diga lo contrario aún obnubilado por los primeros rayos de luz después de su sombrío secuestro.
Dios también nos dice: Guardaos de esa gente despreciable, de esos que hacen el mal, de esos que mutilan el cuerpo. Por ello, en oración ferviente, le pido al Creador que nos aparte por siempre de todo aquel que ha matado las ilusiones de un país, las esperanzas de un pueblo con bríos renovados a la sazón, gracias al presidente Álvaro Uribe.
Señor, solo Tú puedes perdonar al “Mono”; a Colombia le es muy difícil hacerlo.
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