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lunes, 10 de agosto de 2009

Alberto Salcedo Ramos: Mirada profunda de la Colombia de hoy

Por Daniel Castropé
Alguien dijo que las palabras escritas constituyen el mejor rasero de la personalidad. Si ello es cierto –lo cual no pongo en duda-, entonces Alberto Salcedo Ramos es el periodista y escritor colombiano que se enmarca dentro de los lineamientos de una personalidad binaria, entre cruda y romántica, sin límites ofensivos a los razonamientos del lector.
La crudeza de su ser periodístico es adquirida, soñador valiente que plasma en el pentagrama de los sones de la vida real todo aquello que afecta a su entorno, tan vivo como la vida o la misma muerte: estado natural de transición de quien aspira a una nueva vida en el cielo o en el infierno. Alberto conoce estos conceptos, por eso sus escritos están cargados de vida que, en esencia, también es muerte, fusión enigmática que sobrepasa cualquier canon de religiosidad retrógrada.
Cuando escribe, Alberto Salcedo Ramos lleva al lector a escenarios de vivacidad palpitante, sumergiéndolo en emociones que producen efectos insospechados, como reír, llorar, sentir en la carne e, incluso, sudoración con la dinámica de su pluma. Esto es lo que otros denominan “realidad virtual”, no menos que lo cultivado siempre por el laureado comunicador.
Para Alberto, uno de los grandes males que nos ha causado la violencia es el adormecimiento de la conciencia. “Yo tengo 46 años y en todo este tiempo no he sabido lo que es vivir en un país sin conflicto. Como nacemos y en seguida nos topamos con la violencia, aprendemos muy pronto a sobrevivir a pesar de ese problema, y hasta consideramos que, después de todo, es algo normal. Eso nos ha causado un daño tremendo porque nos ha quitado la capacidad de asombro y de indignación frente al horror. La sorpresa frente al desastre de hoy se desvanece en cuanto surge el desastre de mañana”, dice.
Nace en Barranquilla (1963). Comunicador social periodista de la Universidad Autónoma del Caribe. Comienza su carrera en el periódico El Universal, de Cartagena, donde cubre desde concursos de belleza hasta cumbres antidrogas. Después de un tiempo como jefe de redacción de ese diario, se muda para Bogotá, donde está radicado actualmente laborando como cronista de las revistas SoHo y Gatopardo, y corresponsal en Colombia de la revista alemana Ecos. Sus trabajos han aparecido también en Etiqueta Negra, El Malpensante, Arcadia, Credencial, Cromos y Courrier International, entre otras publicaciones.
En su mejor momento como narrador de vivencias, sólo anhela seguir vivo –¡en Colombia es una hazaña!- para contar muchas más historias de las que ha contado hasta hoy, con la debida profundidad. “El periodista polaco Ryszard Kapuscinski planteaba que hoy en día la verdad está subordinada a lo interesante, a lo que se puede vender. La industria del periodismo, en especial la radio y la televisión, está muy preocupada por bajarle a la profundidad y aumentarle al entretenimiento, bajo el supuesto de que la gente no tiene ganas de leer ni tiempo para hacerlo. Se han inventado, como dice Martín Caparrós, la rara especie del lector que no lee. Según esos gurúes, lo que el público quiere es pasarla bien, consumir chismecitos cortos, leer bocadillitos insulsos sobre la actriz de moda. No me acuerdo ahora quién decía que si Jesucristo resucitara hoy, no sería tema de un noticiero sino de un reality. Lo que propongo es dejar de subestimar al lector. Te garantizo que muchos de quienes compran periódicos están más interesados en leer buenos textos que en utilizar sus páginas para envolver los aguacates verdes”, dice Salcedo Ramos. Otros utilizan los periódicos para madurar políticos como nísperos, acota quien escribe.
Hablar de Alberto Salcedo Ramos es hacerlo sobre alguien que ha cosechado experiencia vasta como periodista y escritor. Él ha ganado, entre otras distinciones, el Premio Internacional de Periodismo Rey de España, el Premio a la Excelencia Periodística de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), el Premio Nacional de Periodismo Simón Bolívar (tres veces), el Premio al Mejor Libro de Periodismo del Año (otorgado por la Cámara Colombiana del Libro) y el Premio al Mejor Documental en la II Jornada Iberoamericana de Televisión, celebrada en Cuba. En agosto de 2004, gracias a su perfil El testamento del viejo Mile, publicado en El Malpensante, fue uno de los cinco finalistas del Premio Nuevo Periodismo FNPI-Cemex, entre 470 concursantes de 21 países. La distinción le fue entregada en Monterrey, México, por Gabriel García Márquez. Su distinción más reciente entró a la cosecha hace pocos días: Premio a la Excelencia Periodística de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), en la modalidad de cobertura noticiosa, por su crónica “Un país de mutilados”.
También ha acumulado experiencia como catedrático y conductor de talleres de periodismo narrativo para entidades como la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano (FNPI), la escuela de formación del periódico El Tiempo, la Fundación Bigott (Caracas), el Ministerio de Cultura de Ecuador y la Fundación Para el Periodismo de Bolivia. En la actualidad es docente de las universidades Javeriana y de los Andes. Por ello, su voz alrededor del tema docente es interesante para los periodistas bisoños: “Creo que la prensa debe buscar siempre la explicación profunda de los hechos sobre los cuales informa, ya sea que estén relacionados con la violencia, con la cultura, con la política o con cualquier otra esfera. El deber no es solo informarle a la gente que un político se robó el presupuesto de un hospital: es, también, buscar el contexto histórico de tamaña conducta delictiva, ayudar a construir una pedagogía que sensibilice a la gente en relación con los daños que ocasiona esa actitud. Así como contamos las historias de la muerte, también hay que brindarles una oportunidad a las historias de la vida: la de los teatreros, la de los mimos de la calle, la del desempleado que en vez de ponerse a robar improvisa un fogón de leña en la calle y se pone a vender sopa. Javier Darío Restrepo dice que es un deber informar no solo sobre el país real sino también sobre el país posible”.
Ha publicado los libros El Oro y la Oscuridad. La vida gloriosa y trágica de Kid Pambelé, De un hombre obligado a levantarse con el pie derecho y otras crónicas, Los golpes de la esperanza y Diez juglares en su patio, este último en compañía de Jorge García Usta. Su texto Por favor, ni siquiera orquídeas figura en la Antología de Grandes Reportajes Colombianos, de Daniel Samper Pizano. Este mismo autor incluyó en su Antología de Grandes Crónicas Colombianas, tomo II, el texto de Salcedo Ramos “El árbitro que expulsó a Pelé”. Salcedo también fue incluido en la antología Años de fuego. Grandes reportajes de la última década, de Editorial Planeta. Su crónica La víctima del paseo figura en el libro Ciudadanías del miedo, publicado en español por la Editorial Nueva Sociedad y en inglés por la Universidad de Rütgers. Es coautor del libro Manual de Géneros Periodísticos (Ecoe Ediciones, 2005). Salcedo Ramos fue incluido en la antología Lo mejor del periodismo de América Latina, preparada por Tomás Eloy Martínez para el Fondo de Cultura Económica y la FNPI, y en la antología Crónicas latinoamericanas: periodismo al límite, de la Fundación Educativa San Judas Tadeo, en Costa Rica.
Además de escribir, su pasión es el Caribe colombiano, su gente, las voces de la calle, los personajes inéditos que otros no miran, o tal vez sólo lo hacen de reojo. Entonces, Alberto Salcedo Ramos, también es romántico pero sensato: “Alguna vez le oí decir a Juan Gossain que el Caribe se lleva por dentro, no por fuera. Su frase surgió en un momento en el que hablábamos de cierta gente que cree que mientras más alto grite, o más palabrotas pronuncie, o más colorinches se ponga encima, o más pregone su bacanidad, es más Caribe. Algunos pretenden que el Caribe sea una patria única, homogénea, donde todos bailemos y sintamos del mismo modo. Si no te gusta la música champeta, como a mí, eres visto como apátrida. Si te pones una camisa negra como la de Juanes, te dicen “cachaco”, y además te lo dicen con el mismo tono con el que se pronuncia la palabra “asesino”. Se llenan la boca diciendo que el Caribe es una patria cultural más importante que la patria política trazada por la cartografía, pero no entienden que ese Caribe que les parece uniforme, es en realidad un ente disímil, plural, que nos impone la necesidad de ser tolerantes para poder entendernos”.
A su próximo libro, que será publicado bajo el sello Aguilar, sólo le falta un capítulo. Es un compendio de varias de las crónicas que ha escrito durante los últimos años: una mirada novelada del país que ahora lo ve a él como uno de los mejores ‘nuevos cronistas de Indias’, potencial Nobel de Literatura, porque –lo tengo claro- el próximo (nobel) colombiano debe salir nuevamente del Caribe.

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