Social Icons

lunes, 11 de mayo de 2009

Un nuevo guerrero en el ejército de Dios


Dios convocó a una reunión urgente en el cielo. Llamó a los ancianos, discípulos, santos y a todos los ángeles de la creación, millones de millones de ángeles. Ángeles de todo tipo: mensajeros, guerreros, de compañía.
La reunión comenzó puntual, en orden como todo lo de Dios. El Creador tomó la palabra de inmediato y solicitó la presencia de sus ángeles guerreros, los de mayor fortaleza. Todos acudieron ante la voz de trueno del Altísimo.
El Padre los contó uno a uno, a todos los conoce por su nombre. El más importante de todos los guerreros: Miguel, el de mayor valentía en el ejército de Dios, hizo una reverencia y preguntó el motivo de la reunión. Sin rodeos, como todo lo de Dios, éste le dijo: “HE NOTADO ALGO QUE QUIERO REMEDIAR EN NUESTRO EJÉRCITO PARA ENFRENTAR A LAS HUESTES DEL MAL. NOS HACE FALTA UN GUERRERO, ALGUIEN JOVEN, FRENÉTICO, FUERTE, DINÁMICO, VALEROSO. ESE ALGUIEN ESTA LLEGANDO. VENÍA HERIDO PERO YA HA RECOBRADO SU VIDA AQUÍ EN EL CIELO. LOS HE REUNIDO PORQUE QUIERO ANUNCIARLES LA LLEGADA DE ESE ALGUIEN QUE NOS HACÍA FALTA.”
De inmediato los habitantes del cielo inmenso hicieron gestos ceremoniales. Una puerta angosta, pero llena de piedras preciosas, se abrió de par en par.
Dios se levantó de su trono y dijo lo siguiente fijando sus ojos en la muchedumbre del infinito: “Me había percatado que alguien me faltaba en este ejército y lo mandé a buscar. Quizá ha dejado el mundo en medio de un hecho doloroso para su familia, pero yo tengo control de todo y sabré darles ánimo a los suyos en la Tierra, para que nunca olviden a este gran guerrero”.
“Se los presentó, su nombre es NELSON LANTIGUA, un joven valiente, guerrero por naturaleza, quien desde niño supo que la vida en el mundo no era fácil. Pero yo lo quise así con el propósito de que se preparase para este momento. Hoy lo corono de gloria y te digo hijo mío, ven a mis pies. Ahora gozas de un cuerpo nuevo, más fornido, sin herida alguna producida en el mundo cruel. ¿Quieres decir algo?”.
Con voz recia, sin miedo ni tristeza, miró al cielo y a toda su gente, expresando estas palabras el nuevo guerrero de Dios: “No sentí que la muerte me causara dolor alguno. Es más, me siento feliz de estar hoy en el cielo, con ustedes, con mi Dios, con ese ser tan especial y dulce que me llevaba de la mano cuando era niño en República Dominicana, y tuve que pasar muchos momentos difíciles. Hoy sé que Dios siempre estuvo conmigo, dándome fuerzas para levantarme de la pobreza y crecer, y luchar por mi otro país con valentía, por Estados Unidos, hasta el final de mis días en la Tierra en medio de una guerra propiciada por hombres y no por Dios. A mi familia le digo que los amo profundamente, a mi madre, a mi abuela, a mis familiares en Miami, a todos los amo y quiero que les quede claro que jamás los olvidaré. Sepan que estoy en el Paraíso, en un lugar donde las lágrimas no brotan de mis ojos porque aquí todo es alegría y gozo. No lloren más por mí. Yo estoy al lado de nuestro Creador y puedo saber que Dios nos ama con intensidad, y que él nunca nos abandona. Los amo de verdad, con amor: NELSON”.
La reunión terminó. Dios ordenó que al guerrero recién incorporado a las huestes celestiales le vistieran con el uniforme de su ejército, el glorioso ejército del cielo que nunca ha perdido ninguna batalla. NELSON caminó por calles de oro y platino, como lo dice la escritura, pero antes de irse a su aposento dijo: “Se me olvidaba expresar algo muy importante. A mi familia le digo que Dios también sufrió muchísimo cuando su hijo Jesucristo era crucificado en un madero, al lado de dos ladrones. Ese sufrimiento que ustedes mis amados familiares sienten hoy algún día se les pasará, para que me recuerden como un hombre valiente, como aquel muchacho que siempre hizo planes en la vida, que Dios quiso cambiar porque me necesitaba aquí en el inmenso e insondable cielo. Los amo y nunca olviden a este guerrero que tampoco los olvidará”. El cielo vibró de emoción, hubo muchos aplausos y sonidos de fiesta, y algarabía al son de tamboras y merengues paradisíacos. Dios, amoroso como siempre, solo dijo: “Amén, NELSON, amén… PUEDES TENER LA CERTEZA DE QUE Tu familia nunca te olvidará, como tampoco que jesús entregó su vida por todos ustedes en la cruz del calvario.”

‘Tom y Jerry’ Uribe



Lo denunciado por el periodista Daniel Coronell en contra de Tomás y Jerónimo Uribe, hijos del Presidente, raya en el ámbito de lo sensacional. Por el solo hecho de llevar el apellido Uribe, los dos empresarios incipientes –aventajados en algunos proyectos comerciales- tienen las de perder, por lo menos en materia de ética, en cualquier negocio que guarde relación con el Estado.
La nueva generación de los Uribe ha estado en el ‘ojo del huracán’ por vínculos con empresas y tratos comerciales que generan dudas. Cualquiera que haya tenido transacciones con David Murcía Guzmán, hoy es tildado no menos que delincuente. El mismo gobernador de Bolívar, Joaco Berrío Villarreal, acarrea consigo ‘la pesada cruz’ de DMG. ¿Hasta dónde llegará el calvario de Berrío?
Por la precisión del acervo probatorio, la denuncia de Coronell tiene un peso periodístico fenomenal. Pocos periodistas investigan a fondo para llegar a verdades ocultas. Los que más, se conforman con los documentos aportados por un juez o fiscal, o con los boletines de prensa que emite una autoridad judicial o policiva. Ello suele ser suficiente. ¿Para qué más? Lo admirable de Coronell es que se atrevió a profundizar. La corriente transporta desechos oscuros a ras del fondo del riachuelo. Algunos nos conformamos con la transparencia aparente de las aguas superficiales.
Algunos dicen que “los pobres niños tienen derecho a rebuscarse”. Eso está bien, pero no a utilizar información privilegiada del Estado para obtener pingues ganancias en negocios particulares. Otros dirán que Tomás y Jerómino no sabían que esos terrenos entrarían en una Zona Franca; que fue por simple instinto y espíritu comercial que invirtieron en tierras que se valorizarían en un 10.000%. Atino a pensar que los “niños” Uribe saben más de economía y finanzas que su padre que completa alrededor de siete años en el poder convirtiendo a Colombia en un país que solo habla el lenguaje de la guerra. Aunque, en parte, se justifica por cuanto hacía falta un presidente que les pusiera talanqueras a los actores violentos. Pero que no abandonara frentes sensibles como la desigualdad social y el empleo. Queda demostrado que en negocios en los que intervienen políticas y decisiones del Estado, deben estar alejados Tomás y Jerónimo, pues su genialidad en el área comercial es un queso que le huele mal al pueblo. Lo que Colombia debe analizar a partir de este mar de dudas en torno a la familia presidencial es cuáles son los verdaderos propósitos de los políticos uribistas en perpetuar al Presidente y cuáles los de la familia suya al permanecer callada ante esa posibilidad, actuando y aprovechando la posición del padre y jefe de hogar.
La única desventaja aparente en la denuncia del colega Coronell es que proviene de un periodista que lleva más de diez años “buscando caídas a Uribe” y, hasta el momento, no acierta en ninguna que haya traído consecuencias judiciales serias para el mandatario. Uribe mira a Daniel Coronell como un comunicador incisivo que lo molesta, molesta y más molesta, mientras que él (Uribe) trabaja, trabaja y trabaja. Después del ‘ridículo’ que hizo Coronell con la denuncia del puente sobre el río Sinú que supuestamente beneficiaba la finca del presidente Uribe, y cuando se demostró que el viaducto estaría lejos de la hacienda Ubérrimo, el comunicador quedó muy ‘mal parado’.
Más que un problema judicial o de otra índole, el negocio de Mosquera, agenciado por los hijos del Presidente, entra al plano de la ética. Difícilmente ‘Tom y Jerry’, por la mordida del queso colosal, tendrán que asumir consecuencias ante la justicia que lidera su padre.

Ahora Cuba


El editorial de un periódico es el pensamiento del medio que, a su vez, recoge el sentir de una ciudad o entorno de influencia. Nada más atinado que el temor expuesto en el editorial de El Universal de Cartagena, del pasado martes, un día después de que el presidente de Estados Unidos anunciara la eliminación a las restricciones de viaje a Cuba para los cubanoamericanos que anteriormente solo lo podían hacer una vez cada tres años. Pero Obama fue más lejos en su decisión: los empresarios norteamericanos podrán invertir en comunicaciones en la isla y los cubanoamericanos podrán enviar alimentos y remesas, sin restricción alguna, a sus familiares en la nación insular.
El temor en Cartagena de Indias tiene fundamento lógico. Más aún cuando se presagia, luego de este primer paso, que en cualquier momento el gobierno de Estados Unidos autorizará a sus connacionales para realizar viajes de turismo y placer a Cuba. De hecho, no lo han podido hacer en los últimos 50 años. Cuando Obama eventualmente de vía libre a esta posibilidad, muchos destinos turísticos del Caribe pondrán el grito en el cielo y temblarán sus cimientos. Cartagena de Indias, sin dudas, no será la excepción.
Aunque se argumenta que Cuba no posee una elevada oferta de camas, que su industria hotelera es incipiente, no es menos cierto que la simple novedad por conocer un destino diferente despertará el interés de los norteamericanos. Los estadounidenses son aventureros por naturaleza, ávidos por descubrir y guardar recuerdos para la posteridad con sus cámaras fotográficas. Esa perspectiva no la podemos soslayar.
Indudablemente, debemos anticiparnos a los hechos con un Presidente que está cumpliendo sus promesas de campaña. Hace pocos meses, en una reunión en Cayo Hueso, en el Sur de la Florida, las autoridades turísticas del Estado emitieron un plan de emergencia ante la inminente decisión de Barack Obama. La idea surgida apunta a trabajar juntos con Cuba en planes de visita y estadía en residencias históricas de La Habana y Cayo Hueso, con un lema muy sugestivo: “Dos naciones, unas vacaciones”. Las primeras vallas publicitarias ya se observan a lo largo de la vía hacia Cayo Hueso.
Los floridanos están preocupados; la competencia la tendrán a solo 90 millas. Una isla exótica, con playas atractivas, a cualquiera seduce. Se prevé que al menos dos millones de norteamericanos que hoy llegan a la Florida, procedentes principalmente del Norte en época de frío, cambiarían de destino. Así son los turistas: variables y susceptibles. Un informe de 2002, signado por la Junta Estatal de Turismo, advierte que uno de cada cinco turistas que visitan la Florida pudiera decidirse por Cuba. Los norteamericanos todo lo analizan basados en estadísticas. Por ello sus negocios resultan rentables a la postre.
Estos apuntes no tienen la finalidad de crear zozobra. Los cartageneros tenemos ahora un nuevo reto. Ya no es solo Punta Cana, Isla Margarita o Curazao. Los cruceros cargados de turistas estadounidenses, con dólares por gastar en sus bolsillos, podrían cambiar la ruta de sus divisas. No es ser pesimistas, pero sí precavidos. Si la Florida desde mucho antes ha comenzado a tomar medidas de choque, Cartagena de Indias no puede quedar rezagada. Es momento de análisis y estudios rigurosos. Nuestra Cartagena de Indias no tiene nada que envidiarle a Cuba; eso lo sabemos quienes la conocemos de palmo a palmo. Pero no podemos bajar la guardia. Es hora de impulsar los proyectos de expansión turística en Barú y Tierrabomba. Gobierno y empresarios, de la mano, deben trabajar por cristalizar estas ambiciosas iniciativas.

Éxtasis y derecho a la honra


Entre los poetas más burlescos de la humanidad, capaz de satirizar lo culto y exaltar lo burdo o coloquial, tenemos que darle un sitial especial al español Luis de Góngora y Argote, aquel que inmortalizó la frase “Ándeme yo caliente y ríase la gente”, en su composición estelar del mismo nombre. El poeta, de origen cordobés, fue dado a la vida licenciosa. El licor lo inspiraba para escribir. Tal vez no se conocía para entonces –o no estaba de moda- entre los ibéricos el éxtasis que produce la marihuana, hierba cuyo consumo data de más de 2.700 años.
Entre los periodistas de esa línea satírica en Colombia sobresalió Lucas Caballero Calderón, nombre que por sí solo diría poco a las nuevas generaciones, por lo que es necesario precisar su seudónimo: Klim, leche al revés en inglés (m.i.l.k invertido). Este escritor y periodista, quien laboró para El Tiempo y dejó la burla de la vida hace 25 años, se caracterizó por su pluma punzante y mordaz, pero también por una incomparable gracia natural e irreverencia. Periodistas de ese talante caricaturesco pocos existen. Quizá no los hay en ejercicio.
La picaresca o la burla se han utilizado para ridiculizar lo formal o informal de una persona. A César Gaviria se le hacían bromas constantes por su acento del Viejo Caldas. A Andrés Pastrana por la “silla vacía” en el Caguán y su pasado disipado con Pambelé. Más atrás en el tiempo, a Julio César Turbay Ayala se le recalcaba su supuesto bajo coeficiente intelectual. Un chiste sobre este ex presidente viene a mi memoria: Turbay llegó a Venecia, Italia. Al ver a los gondoleros se dirigió a ellos, con voz al cuello, para ofrecerles la solidaridad del pueblo colombiano: “Amigos damnificados por el invierno…” (Risas).
Se puede criticar de esa manera. La Constitución colombiana lo permite: ARTÍCULO 20. Se garantiza a toda persona la libertad de expresar y difundir su pensamiento y opiniones, la de informar y recibir información veraz e imparcial, y la de fundar medios masivos de comunicación. La Declaración Universal de los Derechos Humanos, de 1948, refuerza ese mandato del constituyente primario: Artículo 19. Todo individuo tiene derecho a la libertad de opinión y de expresión; este derecho incluye el de no ser molestado a causa de sus opiniones, el de investigar y recibir informaciones y opiniones, y el de difundirlas, sin limitación de fronteras, por cualquier medio de expresión.
Pero así como hay día, coexiste la noche. Podemos expresar lo que pensamos, pero con limitaciones pertinentes, pues nos es ilícito conculcar la honra y buen nombre de una persona. Lo íntimo de un ser no puede someterse al escrutinio público sin la autorización expresa de la persona, y a menos que lo sujeto a revelar tenga algún interés comunitario. Qué nos debe importar que Pedro pertenezca a la religión de los Pitufos y que en las noches de aquelarres invoque a dioses extraños. Ello obedece a una decisión personal y, por ende, su conducta cae en el espectro de la intimidad. Preceptos en este sentido están consignados en la Constitución, en la Declaración Universal de los Derechos Humanos y muchos otros documentos.
Entonces se colige que sí hay cortapisas sanas. Como periodistas o escritores de la realidad de nuestro entorno real o irreal adolecemos de licencia para matar y desmembrar a la presa. A los funcionarios públicos, verbigracia, podemos auscultarles su capacidad administrativa o de ejecución de otra naturaleza, pero nada más. Qué nos interesa que Ebiru sea devoto de una virgen, que se la pase todo el día rezando y haciendo meditación. Las creencias personales contextualizan su intimidad inviolable.
La libertad de pensamiento y expresión no es en sí un semáforo en verde para decir o escribir lo que se nos antoje. El contrapeso lo constituye el derecho a la honra y el buen nombre que todos tenemos como derecho indeleble. Los ímpetus nos llevan a violar constantemente ese principio. Seamos sobrios y respetuosos al ejercer el periodismo. Que no sea el licor de las pasiones, como en el caso de de Góngora y Argote, el éxtasis de nuestra musa.

Libertad de expresión y silencio

Cuando devuelvo la cinta de mi vida, siempre me viene a la memoria un compañero de universidad con el que anduve en pasos buenos, y también en travesuras propias de todo joven que recién capitaliza la libertad del yugo de los padres. A ese amigo entrañable lo llamaré Pedro.
En aquellos tiempos de pasiones juveniles desmedidas, aún obnubilados por los destellos de la reinserción a la vida civil de los miembros del grupo guerrillero M-19, Pedro era un defensor ardoroso de la libertad de pensamiento y opinión. Discutíamos en demasía. Él mostraba marcada inclinación hacia la toma del poder por las vías de hecho, con violencia si fuese el caso, pero nunca sin antes explorar el camino del diálogo. “Tú eres un subversivo en potencia”, le espetaba cuando no tenía otra salida. En cambio, sin faltar un ápice a la verdad –que bien pudiera surgir de una mentira amañada por el paso del tiempo-, no tuve su misma inclinación. O sí, en parte: el poder se obtiene por vías democráticas, como lo inspiraron los tres fundadores de esta filosofía en Grecia, y no por el camino armado; sin diálogo ni convencimiento es imposible alcanzar esa meta que tanta sangre inocente ha costado a países como Colombia.
Pedro fue radical en sus premisas. Además, lucía y vestía a la usanza de los muchachos rebeldes de la época: cabellos largos –sucios y piojosos-, camisa a rayas de mangas largas, por fuera del pantalón de jean descolorido; botas de cuero y mochila sanjacintera. En parrandas le escuché decir en más de una ocasión: “nunca, nunca, nunca –óigase bien- accederé a un puesto público”. Argumentaba que al hacerlo tendría que optar por el silencio. Tendría que callar. ¡Válgame Dios! ¡Pedro callado, mudo, sin musitar palabra! A pesar de mi incertidumbre, lo creí capaz de tanto pues lo decía compelido por una especie de fogosidad que entremezclaba pasión por el periodismo hablado y la genética de unos padres al mejor estilo “niña Tulia”, personaje famoso de El Flecha, de David Sánchez Juliao.
Pero el tiempo todo lo transforma. Cambié de ciudad, de amigos. Sin embargo, siempre estuve al tanto de la suerte de Pedro. Una tarde calurosa de septiembre –en el Caribe siempre el calor es palpable- recibo una llamada. Un amigo en común, de aquellos que pululan en el mundillo del periodismo, estaba ansioso por hablarme de las andanzas de Pedro. “¿¡Si supieras que tiene un contrato de asesoría en la Alcaldía de Barranquilla!?” En ese momento colgué el teléfono; casi lloro. No porque un cargo de esa naturaleza, predestinado a cumplir una labor social, sea deshonroso. Mi corazón se compungió al saber que Pedro el entusiasta, enemigo de cadenas y grillos morales, tendría que guardar silencio.
Es penoso cuando tenemos que callar. El Libro Sagrado le confiere a la palabra un poder elevado. Lo que digas puede ser realidad basado en la fe. Los mismos científicos no logran explicar este fenómeno. Muchos sicólogos recomiendan pertenecer a grupos religiosos para alargar la vida por medio de la palabra de Dios. Incluso, una palabra mal expresada puede causar guerras o actos deliberados. Cartagena de Indias, como Tribunal del Santo Oficio, en 1614, fue escenario de un hecho sin precedentes. Por primera vez se produjo en ese año lo que se denominó un “Auto de fe”, sancionando al hechicero Juan Lorenzo, al fraile Diego Piñeros, al carpintero Andrés Cuevas, al buhonero francés Juan Mercader, a Luis Andrea –acusado de hacer pacto con el diablo- y al portugués Francisco Rodríguez Cabral. A este último se le castigó porque rezaba mal el credo católico. Rodríguez Cabral no decía que Jesucristo «resucitó de entre los muertos» sino que «resucitó a los muertos». Le hubiera ido mejor rezando en silencio, mentalmente, sin decir palabra audible.
Hoy en Colombia, que ocupa el puesto 127 entre 173 países en materia de libertad de prensa, según la organización Reporteros Sin Fronteras, es mejor callar. Esa decisión se puede calificar como prudencia o cobardía. Callado no haces ruido. Los rifles lo hacen al disparar balas asesinas, pero nadie los oye. O tal vez sí, pero es conveniente decir lo contrario, o que estás perdiendo el sentido del oído y la perspectiva, pero intrínsecamente también la valentía para expresarte. Los cobardes –bajo presión cualquiera lo es- abundan en las salas de redacción de periódicos y revistas; los valientes yacen a tres metros bajo tierra o lejos de la patria, más muertos que vivos, anhelando abrazar a los suyos; o comer los alimentos que en la niñez les preparaban en casa. Los olores a vida del pasado se convierten en muerte presente, con cadenas opresoras que ahogan sueños. Ese es el precio del silencio o de la licencia para hablar. Hoy estoy convencido: Pedro finalmente tuvo la razón.

Cuando debajo de la sotana hay un hombre

La Iglesia católica ha estado plagada de imperfecciones; el hombre también. Somos seres humanos que, por nuestra naturaleza pecaminosa, no podemos resistirnos a las tentaciones del mundo. El mismo apóstol Pablo dice que siempre quería hacer lo bueno y terminaba haciendo lo malo. Según la Biblia, el único que pudo oponer resistencia a las pruebas del diablo fue Jesucristo, tentado en tres ocasiones en el desierto. Lastimosamente no somos como Dios. Somos pecadores en potencia.
La novedad en Miami (¿cuál será la próxima?) es que el padre Alberto Cutié, sacerdote cubano-americano lo más parecido a un galán de telenovela, fue sorprendido en las playas de South Beach con una mujer de cuerpo escultural y cabellera hermosa, besándola, abrazándola y metiendo mano por debajo del bikini, mientras ella leía el libro El campo de la batalla de la mente, de la escritora cristiana Joyce Meyer. ¡Qué dilema tan grande!
Las pruebas son reveladoras. El paparazzi le hizo fotos en otros dos lugares con la misma mujer; a todas luces su novia. Solo un camino tuvo el padre Alberto: confirmar la verdad y pedirles perdón a los feligreses. El hecho le ocasionó la suspensión provisional de la iglesia donde oficiaba como párroco en el mayor centro de perversión y rumba del Sur de la Florida: Miami Beach.
La desventura –o aventura pasional- del padre Alberto retrotrajo a mi mente una pregunta formulada por mi hijo de 15 años: ¿Por qué los curas no pueden casarse? Tuve que recurrir a la palabra de Dios, desde la óptica del catolicismo, para responder en ‘ley divina’. Los sacerdotes y ministros ordenados, a excepción de los diáconos permanentes, «son ordinariamente elegidos entre hombres creyentes que viven como célibes y que tienen la voluntad de guardar el celibato "por el Reino de los cielos" (Mt 19,12)». En efecto, los sacerdotes «están obligados a observar una continencia perfecta y perpetua por el Reino de los cielos, y, por tanto, quedan sujetos a guardar el celibato» (Código de Derecho Canónico c. 277). El celibato se impuso a mediados del siglo XVI, durante el Concilio de Trento, en respuesta a la Reforma Protestante que promovía el matrimonio de los sacerdotes. Pero desde antes hubo Concilios que prohibían el sexo o relaciones maritales a los sacerdotes.
En pleno siglo XXI mucha gente no entiende la posición del Vaticano sobre este asunto controversial. Si analizamos la génesis de la Era cristiana hallamos que Pedro, el primer Papa, y los discípulos de Jesucristo eran hombres casados, con familia y responsabilidades. El mismo Papa Juan Pablo II dijo en 1993 que “El celibato no es esencial para el sacerdocio; no es una ley promulgada por Jesucristo”. Pero su sucesor, Benedicto XVI, bloqueó la posibilidad de que los sacerdotes católicos se casen cuando reafirmó en 2006 los valores del celibato y excomulgó a un arzobispo por ordenar a cuatro hombres casados como sacerdotes.
En medio del barrullo generado por la confirmación de que el padre Alberto Cutié es un hombre normal, con sentimientos y una vida sexual en ebullición –un ser humano de género masculino como cualquier otro que prefiere los favores de una mujer y no comportamientos que se esconden debajo de los hábitos-, me pregunto: ¿cuántos sacerdotes aplican realmente el celibato? ¿No es más conveniente para la salud mental y el ejercicio sano del deber cristiano llevar una vida sexual estable? Si el papa Benedicto XVI hubiese visitado el municipio de Arjona, Norte de Bolívar, habría encontrado a un sacerdote amante de las parrandas y gustoso de mujeres como cualquier otro hombre. ¿Por qué restringir la sexualidad de un ser humano, cuya misión es moral y social, por el simple capricho de una Iglesia retrógrada?El padre Alberto, al confirmar lo sucedido, pronunció palabras que justifican su conducta: “No es bueno que el hombre esté solo”. Lo dice la misma palabra de Dios. ¿O acaso los sacerdotes no son hombres? ¿Son ellos extraterrestres que no sienten deseos de ‘horizontalizar’ la verticalidad de su ser? Debajo de toda sotana hay un hombre sensible al roce de unos labios jugosos. Aunque San Agustín haya dicho que "Nada hay tan poderoso para envilecer el espíritu de un hombre como las caricias de una mujer", lo cierto es que ella (la mujer vilipendiada) es el ser más hermoso que Dios puso en la Tierra. ¿Quién puede abstenerse de esa tentación? Ni aún los prelados pueden hacerlo.
 

FECHA Y HORA

Mensaje del Editor

Amigos todos:

Este blog ha sido estructurado con una meta: lo que aquí se publique debe generar impacto en el lector; eso sí, para bien, defendiendo las reglas básicas del periodismo y la multiforme manera de hacer literatura.


Daniel Castropé.