Dios convocó a una reunión urgente en el cielo. Llamó a los ancianos, discípulos, santos y a todos los ángeles de la creación, millones de millones de ángeles. Ángeles de todo tipo: mensajeros, guerreros, de compañía.
La reunión comenzó puntual, en orden como todo lo de Dios. El Creador tomó la palabra de inmediato y solicitó la presencia de sus ángeles guerreros, los de mayor fortaleza. Todos acudieron ante la voz de trueno del Altísimo.
El Padre los contó uno a uno, a todos los conoce por su nombre. El más importante de todos los guerreros: Miguel, el de mayor valentía en el ejército de Dios, hizo una reverencia y preguntó el motivo de la reunión. Sin rodeos, como todo lo de Dios, éste le dijo: “HE NOTADO ALGO QUE QUIERO REMEDIAR EN NUESTRO EJÉRCITO PARA ENFRENTAR A LAS HUESTES DEL MAL. NOS HACE FALTA UN GUERRERO, ALGUIEN JOVEN, FRENÉTICO, FUERTE, DINÁMICO, VALEROSO. ESE ALGUIEN ESTA LLEGANDO. VENÍA HERIDO PERO YA HA RECOBRADO SU VIDA AQUÍ EN EL CIELO. LOS HE REUNIDO PORQUE QUIERO ANUNCIARLES LA LLEGADA DE ESE ALGUIEN QUE NOS HACÍA FALTA.”
De inmediato los habitantes del cielo inmenso hicieron gestos ceremoniales. Una puerta angosta, pero llena de piedras preciosas, se abrió de par en par.
Dios se levantó de su trono y dijo lo siguiente fijando sus ojos en la muchedumbre del infinito: “Me había percatado que alguien me faltaba en este ejército y lo mandé a buscar. Quizá ha dejado el mundo en medio de un hecho doloroso para su familia, pero yo tengo control de todo y sabré darles ánimo a los suyos en la Tierra, para que nunca olviden a este gran guerrero”.
“Se los presentó, su nombre es NELSON LANTIGUA, un joven valiente, guerrero por naturaleza, quien desde niño supo que la vida en el mundo no era fácil. Pero yo lo quise así con el propósito de que se preparase para este momento. Hoy lo corono de gloria y te digo hijo mío, ven a mis pies. Ahora gozas de un cuerpo nuevo, más fornido, sin herida alguna producida en el mundo cruel. ¿Quieres decir algo?”.
Con voz recia, sin miedo ni tristeza, miró al cielo y a toda su gente, expresando estas palabras el nuevo guerrero de Dios: “No sentí que la muerte me causara dolor alguno. Es más, me siento feliz de estar hoy en el cielo, con ustedes, con mi Dios, con ese ser tan especial y dulce que me llevaba de la mano cuando era niño en República Dominicana, y tuve que pasar muchos momentos difíciles. Hoy sé que Dios siempre estuvo conmigo, dándome fuerzas para levantarme de la pobreza y crecer, y luchar por mi otro país con valentía, por Estados Unidos, hasta el final de mis días en la Tierra en medio de una guerra propiciada por hombres y no por Dios. A mi familia le digo que los amo profundamente, a mi madre, a mi abuela, a mis familiares en Miami, a todos los amo y quiero que les quede claro que jamás los olvidaré. Sepan que estoy en el Paraíso, en un lugar donde las lágrimas no brotan de mis ojos porque aquí todo es alegría y gozo. No lloren más por mí. Yo estoy al lado de nuestro Creador y puedo saber que Dios nos ama con intensidad, y que él nunca nos abandona. Los amo de verdad, con amor: NELSON”.
La reunión terminó. Dios ordenó que al guerrero recién incorporado a las huestes celestiales le vistieran con el uniforme de su ejército, el glorioso ejército del cielo que nunca ha perdido ninguna batalla. NELSON caminó por calles de oro y platino, como lo dice la escritura, pero antes de irse a su aposento dijo: “Se me olvidaba expresar algo muy importante. A mi familia le digo que Dios también sufrió muchísimo cuando su hijo Jesucristo era crucificado en un madero, al lado de dos ladrones. Ese sufrimiento que ustedes mis amados familiares sienten hoy algún día se les pasará, para que me recuerden como un hombre valiente, como aquel muchacho que siempre hizo planes en la vida, que Dios quiso cambiar porque me necesitaba aquí en el inmenso e insondable cielo. Los amo y nunca olviden a este guerrero que tampoco los olvidará”. El cielo vibró de emoción, hubo muchos aplausos y sonidos de fiesta, y algarabía al son de tamboras y merengues paradisíacos. Dios, amoroso como siempre, solo dijo: “Amén, NELSON, amén… PUEDES TENER LA CERTEZA DE QUE Tu familia nunca te olvidará, como tampoco que jesús entregó su vida por todos ustedes en la cruz del calvario.”
La reunión comenzó puntual, en orden como todo lo de Dios. El Creador tomó la palabra de inmediato y solicitó la presencia de sus ángeles guerreros, los de mayor fortaleza. Todos acudieron ante la voz de trueno del Altísimo.
El Padre los contó uno a uno, a todos los conoce por su nombre. El más importante de todos los guerreros: Miguel, el de mayor valentía en el ejército de Dios, hizo una reverencia y preguntó el motivo de la reunión. Sin rodeos, como todo lo de Dios, éste le dijo: “HE NOTADO ALGO QUE QUIERO REMEDIAR EN NUESTRO EJÉRCITO PARA ENFRENTAR A LAS HUESTES DEL MAL. NOS HACE FALTA UN GUERRERO, ALGUIEN JOVEN, FRENÉTICO, FUERTE, DINÁMICO, VALEROSO. ESE ALGUIEN ESTA LLEGANDO. VENÍA HERIDO PERO YA HA RECOBRADO SU VIDA AQUÍ EN EL CIELO. LOS HE REUNIDO PORQUE QUIERO ANUNCIARLES LA LLEGADA DE ESE ALGUIEN QUE NOS HACÍA FALTA.”
De inmediato los habitantes del cielo inmenso hicieron gestos ceremoniales. Una puerta angosta, pero llena de piedras preciosas, se abrió de par en par.
Dios se levantó de su trono y dijo lo siguiente fijando sus ojos en la muchedumbre del infinito: “Me había percatado que alguien me faltaba en este ejército y lo mandé a buscar. Quizá ha dejado el mundo en medio de un hecho doloroso para su familia, pero yo tengo control de todo y sabré darles ánimo a los suyos en la Tierra, para que nunca olviden a este gran guerrero”.
“Se los presentó, su nombre es NELSON LANTIGUA, un joven valiente, guerrero por naturaleza, quien desde niño supo que la vida en el mundo no era fácil. Pero yo lo quise así con el propósito de que se preparase para este momento. Hoy lo corono de gloria y te digo hijo mío, ven a mis pies. Ahora gozas de un cuerpo nuevo, más fornido, sin herida alguna producida en el mundo cruel. ¿Quieres decir algo?”.
Con voz recia, sin miedo ni tristeza, miró al cielo y a toda su gente, expresando estas palabras el nuevo guerrero de Dios: “No sentí que la muerte me causara dolor alguno. Es más, me siento feliz de estar hoy en el cielo, con ustedes, con mi Dios, con ese ser tan especial y dulce que me llevaba de la mano cuando era niño en República Dominicana, y tuve que pasar muchos momentos difíciles. Hoy sé que Dios siempre estuvo conmigo, dándome fuerzas para levantarme de la pobreza y crecer, y luchar por mi otro país con valentía, por Estados Unidos, hasta el final de mis días en la Tierra en medio de una guerra propiciada por hombres y no por Dios. A mi familia le digo que los amo profundamente, a mi madre, a mi abuela, a mis familiares en Miami, a todos los amo y quiero que les quede claro que jamás los olvidaré. Sepan que estoy en el Paraíso, en un lugar donde las lágrimas no brotan de mis ojos porque aquí todo es alegría y gozo. No lloren más por mí. Yo estoy al lado de nuestro Creador y puedo saber que Dios nos ama con intensidad, y que él nunca nos abandona. Los amo de verdad, con amor: NELSON”.
La reunión terminó. Dios ordenó que al guerrero recién incorporado a las huestes celestiales le vistieran con el uniforme de su ejército, el glorioso ejército del cielo que nunca ha perdido ninguna batalla. NELSON caminó por calles de oro y platino, como lo dice la escritura, pero antes de irse a su aposento dijo: “Se me olvidaba expresar algo muy importante. A mi familia le digo que Dios también sufrió muchísimo cuando su hijo Jesucristo era crucificado en un madero, al lado de dos ladrones. Ese sufrimiento que ustedes mis amados familiares sienten hoy algún día se les pasará, para que me recuerden como un hombre valiente, como aquel muchacho que siempre hizo planes en la vida, que Dios quiso cambiar porque me necesitaba aquí en el inmenso e insondable cielo. Los amo y nunca olviden a este guerrero que tampoco los olvidará”. El cielo vibró de emoción, hubo muchos aplausos y sonidos de fiesta, y algarabía al son de tamboras y merengues paradisíacos. Dios, amoroso como siempre, solo dijo: “Amén, NELSON, amén… PUEDES TENER LA CERTEZA DE QUE Tu familia nunca te olvidará, como tampoco que jesús entregó su vida por todos ustedes en la cruz del calvario.”
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