Si Capriles dejara de
mostrarse a través de los medios de comunicación, la gente olvidaría en breve
el fraude cometido en las elecciones presidenciales. Pero si continúa “mojando
prensa” a cada segundo, sin detenerse un instante para ver pasar a la tortuga,
corre el riesgo de aburrirnos y de que sus buenos oficios terminen truncados en
la meta. Entonces ¿qué debe hacer el opositor venezolano? Porque, por lo menos
este que escribe, comienza a presentar los primeros visos de hastío.
Desde la misma noche en
que la presidenta del Consejo Nacional Electoral entregó al mundo los
resultados de los comicios, Capriles inició su trasegar por la delgada línea de
la denuncia permanente donde, evidentemente, no caben todos los elefantes que
se balancean en aquel otro cuento infantil. Por supuesto, hizo lo correcto.
Ninguna persona sensata puede creer en la legalidad de unas elecciones
organizadas por los mismos correligionarios de Maduro, dolientes todos del
recién desaparecido Chávez; en otras palabras, por una caterva de demonios que,
a cualquier costo, ha propendido por el sostenimiento en el poder de sus tres
mejores exponentes: uno vivo y dos en su hábitat natural. Discúlpenme por
omitir involuntariamente a Satanás.
Sabemos que Capriles
ganó. El pueblo venezolano lo sabe. El mundo lo sabe. Dios lo sabe. Y, claro
es, también el diablo. Pero ¿debe seguir Capriles gastando su tiempo valioso en
denunciar un dolo que nunca reconocerá el oficialismo? No. Es el momento de
actuar pasando del dicho al hecho, y todo indica que solo hay dos caminos a
seguir en el oscuro panorama venezolano.
Siete millones de
personas, todas vestidas de blanco y con sus manos en alto, podrían
permitir el resultado que el mundo espera: la salida de Maduro y de sus
compinches de las instancias de gobierno. Plazas y calles tomadas por hordas de
personas en postura pacífica, quizás algunas expuestas al atropello y al
consecuente dolor, se me antoja una estrategia interesante. La discriminación y
la segregación racial en Estados Unidos, tuvieron su fin con este tipo de lucha
no-violenta. Antecedentes hay otros.
La brújula de la lógica
marca otro sendero. En este instante de ánimos caldeados los altos militares
que siguen creyendo en los postulados de la democracia –que los hay, como en el
cuento de las brujas– pueden ser excelentes aliados. A estos hombres de voces
grandilocuentes hay que tocarles las fibras sensibles del alma nacionalista. Es
un asunto de Estado, de honor y respeto a la institucionalidad venezolana.
Ninguno de ellos querrá que se repita la triste y conocida historia de un
pueblo estancado en el atraso de las supuestas bondades del comunismo, y menos
que los Castro tengan autoridad sobre los genuinos descendientes de Bolívar.
Capriles es la única
opción que tienen los venezolanos para derrotar a un oficialismo apegado al
pillaje y que mantiene ondeante la bandera del populismo dentro sus propias y
omnímodas reglas de juego. Otra carta distinta a Capriles, no existe. Pero este
elemento en la baraja de la realidad actual es perentorio saber jugarlo. Y
tiene que ser ya… Quizás mañana no haya otros abriles.
No hay comentarios:
Publicar un comentario