Luis Carlos Galán fue liberal de espíritu, convencido de que su partido tenía presente y un futuro diferente al que hoy proyecta bajo las sombras de movimientos emergentes que le han restado protagonismo en la escena pública nacional. Luchó incansablemente por reformar la política desde adentro, usando armas nobles y una oratoria impecable. Se le admiró por dilucidar una propuesta política moderada, tan posible como necesaria. Galán fue acérrimo defensor de la democracia, las instituciones, la ampliación de los derechos ciudadanos; él fue eso y más en un país deshonrado por la violencia. Hoy, dos décadas después de su deplorable magnicidio, miramos con corazón esperanzado lo que significó el intento de este ilustre bumangués por impedir que el mal se posara sobre la Colombia de sus anhelos, como en efecto ha sucedido.
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